La curación mediante el sonido de cuencos de cuarzo

«LA CURACIÓN MEDIANTE EL SONIDO DE CUENCOS DE CUARZO»


Fuente: AfricArt Espai


El uso del sonido -y, por ende, de la música- con finalidad terapéutica y trascendente, es tan antiguo como el hombre. Se ha utilizado en las culturas chamánicas de todo el mundo -desde Siberia hasta África y Sudamérica- desde hace miles de años. Es más, en las antiguas escuelas de sabiduría de Egipto, Roma, Grecia, la India y otros centros de aprendizaje, el conocimiento del sonido era una ciencia muy refinada basada en el entendimiento de la vibración como principal fuerza causal del universo.


Las tradiciones más antiguas de Oriente poseían una concepción holística del ser humano y consideraban que los males del cuerpo tenían una raíz más profunda. Es más, la enfermedad no era para ellos sino una desarmonía energética de la persona. Claro que su concepción del universo se aproximaba ya a los modernos avances del actual conocimiento científico. Y para ellos, el espíritu era el elemento esencial, subyacente a todas las cosas, que en última instancia no son sino energía.


 De hecho, los últimos descubrimientos en Física Cuántica revelan que ya no es posible hablar de una partícula de materia esencial e indivisible como hasta ahora se había creído, sino de un vacío del que surgió la primera partícula. Es decir, de energía vibrando que al condensarse, al vibrar a otra frecuencia, hace que surja la materia.


En suma, los antiguos parecían saber que todo en el universo vibra. Pitágoras afirmaba ya que «cada cuerpo celestial, cada átomo, produce un sonido particular debido a su movimiento, ritmo o vibración. Es más, todos esos sonidos o vibraciones componen una armonía universal en la que cada elemento, sin perder su propia función y carácter, contribuye a la totalidad».


Lo cual incluye al cuerpo humano. Cada célula y cada órgano de nuestro cuerpo, por tanto, vibran continuamente a una determinada frecuencia. Y así, cuando un órgano está sano, su frecuencia vibratoria está en armonía con el resto del cuerpo; pero si esa frecuencia se altera se rompe la armonía y aparece lo que conocemos como enfermedad.


También sabemos hoy -por el principio de resonancia-, que es posible modificar estas frecuencias alteradas a través de la transmisión de otras frecuencias. Y eso es lo que convierte al sonido en un proceso terapéutico capaz de abrir la puerta al equilibrio físico, emocional, mental y espiritual.


Jonathan Goldman explica en ese sentido -en su libro Sonidos que sanan- que «por medio de la resonancia es posible que las vibraciones de un cuerpo alcancen a otro y lo pongan en movimiento. Algo que puede observarse fácilmente, por ejemplo, cuando un cantante rompe una copa con su voz. Lo que ocurre es que la voz del cantante puede igualar la frecuencia de resonancia del cristal provocando así su vibración.»


Por su parte, el doctor Gaynor -rector del Departamento de Medicina Oncológica e Integrativa del centro Strangh-Cornell de Nueva York para la Prevención del Cáncer- asegura haber utilizado terapéuticamente con éxito el sonido obtenido con cuencos de cuarzo en cientos de pacientes. Sonido que -como explica en sus conferencias y libros- «influye en el proceso de curación de varias maneras: alterando las funciones celulares mediante efectos energéticos, haciendo que los sistemas biológicos funcionen con más homeostasis, calmando la mente -y con ello el cuerpo- y teniendo efectos emocionales que influyen en los neurotransmisores y los neuropéptidos que, a su vez, ayudan a regular el sistema inmunitario, al sanador que llevamos dentro.»


Afinidad entre el cuarzo y el hombre


Y es que el cuarzo posee una gran afinidad con el hombre. A fin de cuentas, las sustancias cristalinas están presentes en todo el organismo: en los huesos, en la sangre, en el cabello, en la piel, en las uñas y hasta en los dientes. Es más, nuestro ADN se estructura en una doble espiral muy similar a la del cristal de cuarzo. Hay cuatro moléculas de sílice (cuarzo) en cada una de nuestras células y también está presente en la estructura crístalo-coloidal líquida del cerebro. Todo lo cual hace que tengamos una gran resonancia con los cristales.


El científico norteamericano Marcel Vogel encontraría además que el electromagnetismo del pensamiento humano encaja con la matriz formada en la estructura molecular del cuarzo y eso permite su programación por el propio pensamiento (lo sorprendente es que ya en los puranas -antiguos textos vedas de la India- se decía que el cristal de cuarzo puede amplificar los pensamientos hasta 15.000 veces).


Los cuencos de cuarzo, pues, contienen un poder que va mucho más allá de la mera musicalidad y que requiere tanto de nuestra apertura consciente para ser percibido como de la correcta disposición e intención para ser utilizado. De hecho, producen una onda sinusoidal pura y crean un sonido multidireccional que se expande hasta un kilómetro de distancia y puede durar varios minutos antes de extinguirse. Y su sonido envuelve el cuerpo como una ola proporcionando una experiencia similar a un masaje enormemente sutil o a una profunda y serena meditación.


La técnica


Si uno llena un cuenco de cuarzo con agua y activa su sonido podrá observar cómo se forman figuras geométricas en el agua. Es más, dada la enorme resonancia del cuenco, al aumentar su intensidad el agua «salta» literalmente varios palmos por encima a causa de la vibración, como si estuviera en efervescencia. Lo cual nos puede dar una idea del efecto que producen estos instrumentos en el cuerpo ya que, como sabemos, éste está formado en más de un 70% por agua.


En ese sentido, el Dr. Jeffrey Thompson -director del Centro de Investigaciones Neuroacústicas en el Instituto de Ciencias Humanas de California-, afirma: «Dado que el sonido viaja cinco veces mejor por el agua que por el aire la estimulación en el cuerpo de la frecuencia sonora es una forma muy eficaz de estimulación corporal integral, sobre todo a nivel celular. El estímulo directo del tejido celular vivo, utilizando la vibración de la frecuencia de sonido, ha mostrado un marcado metabolismo celular y con ello la posible movilización de una respuesta celular de curación.»


Los científicos norteamericanos Marcel Voguel y Normand Nikesell han podido observar asimismo que los tejidos sanos del cuerpo guardan una mayor organización cristalina en su estructura mientras que en los que muestran signos de deterioro esa organización se rompe.


Y es que merced al principio de resonancia, el sonido de los cuencos de cuarzo ajusta la vibración de la persona a la misma frecuencia emitida del mineral; es decir, terminan ambos vibrando al mismo ritmo. Asimismo, también es posible por medio del sonido cambiar los ritmos de nuestras ondas cerebrales así como el latido de nuestro corazón y nuestra respiración. A esto se le conoce como «resonancia forzada» e implica «la capacidad de las vibraciones más potentes de un objeto para cambiar las menos potentes de otro y hacer que sincronicen sus ritmos con los del primer objeto».


La medición de las ondas electromagnéticas del cerebro muestra que hay unas longitudes de onda claramente reconocibles, cada una conectada a un estado de conciencia diferente. Pues bien, los cuencos de cuarzo emiten e inducen un modelo de onda alfa que es el que emite el cerebro en los estados meditativos y de profunda calma. Y se ha podido comprobar que en esos estados hay un aumento significativo de la producción de linfocitos T, responsables del sistema inmunitario.


El sonido de los cuencos, pues, afecta de manera global al individuo. Primero equilibra su cuerpo energético y los chakras (centros de energía) y luego limpia el campo áurico.


Además, la vibración repercute en la columna que actúa como vehículo de resonancia y se extiende a través del sistema nervioso a nuestras células, tejidos y órganos. Esa es la razón de que la vibración producida por los cuencos tenga la capacidad de disolver bloqueos en el cuerpo físico y sutil así como de que se utilice en casos de contracturas musculares, roturas y otros problemas óseos. La vibración de los cuencos resuena y armoniza la estructura cristalina presente también en nuestro esqueleto.


Asimismo, tiene efectos positivos en casos de artrosis, problemas circulatorios, piedras en el riñón, depresiones, problemas neuronales y otras múltiples dolencias. Sin olvidar que cargan y potencian con su vibración esencias florales y aceites esenciales y que se utilizan en la limpieza de espacios físicos.

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