Cosmética Natural | La Aromaterapia: Aceites Vegetales

La medicina humana es el arte de curar las enfermedades del ser humano, pero también de prevenirlas.


Para alcanzar este objetivo, cuando un médico entregado y sensible prescribe un tratamiento, debería recurrir no sólo a remedios alopáticos procedentes de la síntesis química, sino también a otros remedios alternativos y diversos que tiene a su disposición: fitoterapia, aromaterapia, homeopatía, oligoterapia, dietética o nutrición y sacar provecho de los beneficios del agua, la miel, la arcilla o los elixires florales.


Como complemento aconsejará la reflexión, la meditación, el yoga, la digitopuntura, la reflexología, la acupuntura o los masajes energéticos.



Una persona que sufre, tiene derecho a ser curada y asesorada por un terapeuta abierto y honrado, que ponga todos los medios a su alcance para restablecer el delicado equilibrio de la salud.


El bienestar del ser humano –su armonía- requiere que se considere a la persona como una sola entidad con vida, cuyo cuerpo, mente y espíritu forman un solo ente. Aquellos médicos que simplemente tengan en cuenta un solo aspecto de este ente, no pueden pretender curar una patología a largo plazo.


Te invito a abrir los ojos y la mente a lo que la naturaleza nos ofrece y no a lo que el hombre pueda producir. No pretendo contraponer todo lo natural a todo lo sintético; sería tan absurdo negar las cualidades de la química sintética como rechazar de pleno los beneficios evidentes de la medicina alternativa en la salud del ser humano.


Todas las opciones pueden sucederse o complementarse sin necesidad de chocar entre sí. Cuidar la salud es un asunto de todos; optar por productos naturales y eficaces que son materia, energía e información, es digno de alabanza.


Los aceites vegetales ocupan un lugar muy importante en la medicina suave por varias razones: representan por sí solos un excelente medicamento suave por sus cualidades, composición e innegables efectos benéficos en el organismo, que no perjudican nunca. Sus efectos son suaves, naturales y sin acontecimientos adversos, a condición de utilizar aceites de calidad. Además, son un maravilloso soporte natural que permite vehicular los aceites esenciales mediante masajes y ligeras unciones. Las cualidades de unos y otros se asocian y consiguen una sinergia doblemente activa.


Por supuesto, los aceites vegetales se pueden combinar con cualquier tratamiento médico, tradicional o no. En forma líquida en alimentación o en cápsulas para ingerir, aportan todos sus beneficios. También se pueden incorporar en cataplasmas de arcilla o compresas para intensificar los efectos de la arcilla.


Los aceites vegetales son los vehículos más utilizados para aplicar la Aromaterapia. Por sus características, poseen una total afinidad con los aceites esenciales y la piel humana, diluyéndolos perfectamente. Cada aceite vegetal tiene características y propiedades distintas. En Aromaterapia nunca se usan aceites minerales, porque no son buenos portadores. En efecto, los aceites minerales no se absorben por la piel, lo que impide el paso de los aceites esenciales.


Aceites Vegetales y Salud


Los aceites comestibles, ecológicos, vírgenes y de primera presión en frío, son verdaderos medicamentos tal y como creían los médicos de la Antigüedad. Si no han sido adulterados por la industria química, son medicamentos porque aportan elementos vitales e indispensables, como la preciosa vitamina F y otros ácidos grasos tan necesarios para producir prostaglandinas, las auténticas hormonas naturales.


La maravillosa vitamina F


El factor F suele clasificarse como una vitamina, se corresponde con los ácidos grasos polinsaturados y contiene especialmente los más importantes: ácido linoleico, linolénico y araquidónico. Por tanto, debe considerarse más bien como un factor vitamínico que como una vitamina particular.


Las propiedades del factor F son indispensables para el cuerpo porque:


– Interviene en la estructura de las membranas.
– Regula el metabolismo de las grasas nocivas para el corazón.
– Reduce el índice de colesterol y favorece el rejuvenecimiento de los tejidos.
– Reduce los riesgos de padecer trombosis.
– Previene las enfermedades cardiovasculares.
– Influye en la regulación térmica del cuerpo.
– Estimula las defensas del organismo frente a la contaminación externa.
– Permite la formación de moléculas de muy corta vida (prostaglandinas), particularmente importantes para la salud.
– Influye en la fertilidad y garantiza un embarazo sin problemas.
– Es uno de los mejores protectores de la epidermis.


Además, es indispensable por sus efectos en la membrana celular:


– Porque desarrolla el sistema nervioso central y el cerebral.
– Porque preserva la impermeabilidad de la mucosa intestinal.


Añadir a la alimentación aceites de primera presión y ricos en ácidos grasos polinsaturados, se convierte en una necesidad vital.


Ácidos grasos


Saturados e Insaturados, son fundamentales en todos los procesos celulares para proporcionar y transportar energía así como proteger el aparato cardiovascular. Gracias a ellos, se regula el índice de colesterol en sangre para evitar la saturación de lípidos en la red vascular, porque favorecen la disolución del colesterol en la sangre.


Equilibrar el índice de colesterol es primordial dada la importancia en nuestro organismo:


– Asociado a los cuerpos grasos, permite transportarlos y distribuirlos en las células.
– Es un desintoxicante eficaz porque elimina las toxinas que saturan los órganos.
– El colesterol favorece algunas secreciones hormonales.


Ácidos grasos esenciales: Omega-6 y Omega-3


Los omega-6 son primordiales para los tejidos porque participan en la formación de las membranas celulares, además de regular su permeabilidad, son indispensables en la constitución de las membranas celulares del sistema nervioso central. Asimismo, los omega-6 tienen efectos en los vasos sanguíneos y su dilatación, en la sangre y su fluidez y en la tensión arterial con tendencia a la baja.


Algunos omega-6 favorecen procesos inflamatorios como la artritis reumatoide, el asma, la psoriasis, la agregación plaquetaria, las reacciones alérgicas, etc.


Los omega-3 son menos potentes, pero no dejan de ser preponderantes porque moderan los excesos y desequilibrios producidos por las grandes cantidades de omega-6. Sus efectos son:


– Frenar los procesos inflamatorios.
– Regular determinados trastornos nerviosos.
– Actuar en el aparato circulatorio.


Los omega-3 nos protegen de la aterosclerosis; son hipolipidemiantes, hipotrigliceridemiantes e hipocolesterolemiantes, regulan la presión y la viscosidad sanguínea, así como la agregación plaquetaria; son antinflamatorios y actúan en determinadas enfermedades degenerativas, como la esclerosis múltiple, y algunos cánceres, como el de mama.


Buenas y malas prostaglandinas


Estos ácidos grasos insaturados son tan importantes, que suelen considerarse como hormonas porque controlan la acción de todas las células y por ende, la actividad de todos los órganos.


No obstante, no todas las prostaglandinas son buenas, sino que algunas incluso pueden ser nocivas para el organismo, por eso requieren también cierto equilibrio, a condición de aportar al organismo aceites de calidad capaces de proporcionarle ácidos grasos esenciales precursores de estas superprostaglandinas.


El ciclo de la vida de las prostaglandinas es muy corto y se deben renovar constantemente. Las más importantes son la PgE1 y la PgE2. La segunda es una de las prostaglandinas que se deben evitar porque suele provocar procesos inflamatorios, mientras que la primera se considera una superprostaglandina por ser artífice en muchos niveles y contar con un amplísimo radio de acción. No sólo regula los diferentes sistemas celulares e intercambios celulares, sino que es imprescindible para las funciones metabólicas y fisiológicas.:


– En el sistema nervioso: calma a los hiperactivos y asegura la perfecta transmisión del influjo nervioso a las neuronas, regulando los neurotransmisores y su acción postsináptica.


– En el aparato cardiovascular: reduce el índice de colesterol excesivo, regula la hipertensión, obstaculiza las trombosis, facilita la dilatación de los vasos sanguíneos y equilibra el número de glóbulos rojos además de estimular su actividad.


– En el sistema inmunitario: activa los linfocitos, cuya insuficiencia puede provocar enfermedades autoinmunes. Al favorecer la producción de hormonas tímicas, la PgE1 participa en el equilibrio acidobásico.


– En la piel: regula el funcionamiento de las células sebáceas, importante también contra eccemas, acné, pérdida de pelo, reacciones alérgicas, edemas, psoriasis, uñas quebradizas, asma, etc.


– En la belleza: elimina las arrugas y rehidrata la piel.
– En el aparato reproductor: combate el síndrome premenstrual que afecta a casi el 50% de las mujeres.


Vitaminas Liposolubles


Las vitaminas A, D, E y K, que son solubles en aceites y grasas, se someten a los mismos fenómenos de absorción que sus vehículos. Indispensables para el organismo, las vitaminas liposolubles se pueden almacenar sin problemas gracias a su facilidad de disolución en los tejidos grasos.


● Vitamina A: protege los diferentes tejidos de la degeneración. Es un precioso coadyuvante para el tratamiento de quemaduras, heridas átonas y úlceras varicosas. Sus efectos son igualmente interesantes en el caso de litiasis biliar, hipertensión, asma, colitis, etc. Su principal propiedad es que participa en la elaboración de la púrpura retiniana e impide que se seque la córnea. La vitamina A se encuentra prácticamente en todos los aceites vegetales vírgenes.


● Vitamina D: esta vitamina, o más bien complejo vitamínico (D1, D2 y D3), regula la absorción de calcio y fósforo en la mucosa intestinal y permite su fijación en huesos y dientes. Su principal función consiste en evitar el raquitismo. La vitamina D (D2 y D3) está presente en los aceites de pescado, huevos, productos lácteos y algunos aceites vegetales (almendra, germen de trigo, soja…) y se puede sintetizar por los esteroles de la piel durante la exposición al sol. De ahí la importancia de tomar el aire y el sol en repetidas ocasiones por lo menos durante el periodo estival.


● Vitamina E: más que una vitamina es un complejo vitamínico que reagrupa 7 tocoferoles que son beneficiosos no sólo en la fecundidad, la frigidez y la impotencia, sino también en las funciones nerviosas y musculares.


Los tocoferoles poseen otras muchas propiedades:


– Regulan los fenómenos de coagulación.
– Aumentan la resistencia capilar.
– Favorecen la curación de algunas enfermedades musculares (Dupuytren), algunas miopatías, etc.
– Protegen la vitamina A.
– Favorecen la asimilación de ácidos grasos insaturados.
– Poseen acción antitóxica.
– Participan en la nutrición de células nerviosas.


La vitamina E, gran ausente de la alimentación moderna, se encuentra en productos sanos y sin adulterar.


● Vitamina K: llamada también antihemorrágica, la vitamina K (factor vitamínico que procede de la asociación de las vitaminas K1 y K7), actúa en la coagulación, pero se necesitan cuatro sustancias para lograr este fenómeno en caso de herida: calcio, fibrinógeno, protrombina y tromboplastina.

En el hígado favorece la secreción de protrombina. Interviene además en el tratamiento de muchas afecciones: caries, colitis ulcerosas, tos ferina, sabañones, hepatitis, ictericia por retención, melena, reumatismos articulares, etc.

Aceites Vegetales y Belleza


Tanto como podamos remontarnos en el tiempo en cualquiera de las civilizaciones, el empleo de los aceites vegetales en los tratamientos de belleza siempre ha estado muy extendido y con muy pocas diferencias –o incluso ninguna- entre las recetas de antaño y las actuales.


Los egipcios de la Antigüedad se embadurnaban el cuerpo con aceites perfumados con plantas o especias que dejaban macerar; los romanos en sus termas tenían también por costumbre masajearse después del baño con aceites (almendra dulce, oliva…) perfumados o no. En la India y China, las mujeres aplicaban en el pelo preparados a base de aceite y plantas para cuidar el cabello y en la actualidad, son innumerables los productos de belleza con una importante presencia de aceites.


Nada sorprendente teniendo en cuenta que la extracción de aceites es uno de los primeros y más importantes descubrimientos del ser humano y que además, solos o mezclados con plantas, zumos o aceites esenciales, los aceites representan un auténtico arsenal de belleza, saludable, natural, eficaz y de uso muy agradable. Es una lástima que las industrias cosméticas apenas los utilicen y cuando lo hacen, que echen mano de aceites de muy poca calidad, refinados en su mayoría, porque prima la rentabilidad…


Los aceites vegetales, ricos en ácidos grasos insaturados, penetran muy bien en la epidermis, la nutren y protegen reconstituyendo la capa lipídica, le aportan delicadeza, resplandor y suavidad gracias a sus efectos calmantes, suavizantes, tonificantes y regeneradores que además frenan el envejecimiento prematuro.


Bien tolerados por la piel, no provocan ninguna reacción alérgica, no son incompatibles y son preponderantes para proteger la hidratación de la piel gracias a sus ácidos grasos esenciales. Podemos recurrir a los aceites vegetales tanto como queramos. Se utilizan muchísimo en todos los tratamientos higiénicos y estéticos.


Si añadimos al aceite vegetal de base aceites esenciales o lo dejamos macerar con plantas aromáticas frescas, notaremos que obtenemos fácilmente un producto de belleza dinamizado, eficaz, natural, de agradable perfume y económico. Es decir, la mejor garantía posible de calidad al mejor precio.

Ten presente que si los tratamientos estéticos e higiénicos son indispensables, no serán perfectamente eficaces si no se acompañan de una higiene de vida: alimentación sana y equilibrada, mente positiva, ejercicio físico, sueño regular y eliminación de algunos factores “antiestéticos”, como el tabaco, el alcohol, la ansiedad o el café.

Aceites Vegetales de uso Interno al servicio de la Belleza


Nuestra piel necesita nutrirse también desde el interior, por lo que será importante suministrarle en cada comida: aceites vegetales de primera presión en frío, ricos en ácidos grasos insaturados, vitaminas A, D, E y F y en lecitina, como condimento de verduras crudas, ensaladas o verduras al vapor. De vez en cuando, con cada cambio de estación o cuando sientas que lo necesitas, regálale a la piel, al pelo y a las uñas una cura de juventud: durante tres semanas, tres cápsulas de aceite de Onagra por la mañana y tres cápsulas de aceite de Borraja a mediodía (o a la inversa).


Sobre todo, consume a diario aceites adaptados a tu situación particular en ensaladas, verduras crudas o cocidas y cereales. Si necesitas un tratamiento más completo para casos concretos, toma una cucharadita complementaria de aceite correspondiente o cápsulas durante las comidas. Mantén el tratamiento durante varias semanas e incluso meses para conseguir un resultado adecuado y duradero.



Clasificación de los Tratamientos


Acné: aceite vegetal de ajenuz, espino amarillo, jaramago, nuez y rosa mosqueta de Chile.
Afta: aceite de espino amarillo y aceite de pipas de calabaza.
Alcoholismo: aceite de borraja y aceite de onagra.
Anemia: aceite de avellana y aceite de nuez.
Apendicitis: aceite de ricino.
Arrugas: aceite de aguacate, ajenuz, borraja, caléndula, argán, espino amarillo, jaramago, jojoba, onagra, pepitas de casis y rosa mosqueta de Chile.
Arterioesclerosis: aceite de adormidera, alazor o cártamo, colza, germen de maíz, girasol, ricino, sésamo, soja.
Artritis: aceite de borraja, linaza, onagra y ricino.
Bronquitis: aceite de almendra dulce.
Cabello seco, frágil, apagado y marchito: aceite de aguacate, ajenuz, cáñamo, argán, espino amarillo, jojoba, oliva, ricino y sésamo.
Caída del cabello: aceite de borraja, argán y onagra.
Cálculos biliares: aceite de oliva.
Cálculos renales: aceite de almendra dulce y aceite de nuez.
Cansancio general: aceite de oliva y aceite de pipas de calabaza.
Cansancio nervioso: aceite de pipas de calabaza y aceite de sésamo.
Caries dental: aceite de pipas de calabaza.
Caspa: aceite de almendra dulce y aceite de argán.
Cicatrices: aceite de caléndula, espino amarillo, macadamia, perilla y rosa mosqueta de Chile.
Colesterol: aceite de adormidera, cártamo, borraja, cacahuete, germen de maíz, girasol, nuez, onagra, pipas de calabaza, sésamo y soja.
Cólicos hepáticos: aceite de oliva.
Cólicos nefríticos: aceite de oliva.
Colitis: aceite de oliva.
Cuperosis o rosácea: aceite de caléndula, espino amarillo, rosa mosqueta de Chile y tamanu.
Depresión: aceite de sésamo.
Dermatosis: aceite de ajenuz, cáñamo, argán, espino amarillo, germen de trigo, jaramago, pepitas de casis, perilla y zanahoria.
Desmineralización: aceite de germen de trigo y aceite de sésamo.
Diabetes: aceite de borraja, girasol, linaza, nuez, oliva y soja.
Disentería: aceite de oliva.
Dispepsia: aceite de oliva.
Eccema: aceite de ajenuz, espino amarillo, germen de trigo, onagra, pepitas de casis, perilla y rosa mosqueta de Chile.
Endurecimiento de las arterias: aceite de adormidera y aceite de oliva.
Enuresis: aceite de nuez.
Envejecimiento de la piel: aceite de aguacate, borraja, argán, jojoba, onagra, ricino y rosa mosqueta de Chile.
Equimosis (contusión o hematoma): aceite de ajenuz, árnica, espino amarillo, pepitas de casis y ricino.
Erupciones cutáneas: aceite de azucena, espino amarillo, macadamia, oliva y zanahoria.
Escaras: aceite de ajenuz, caléndula, cáñamo, espino amarillo y rosa mosqueta de Chile.
Esclerosis múltiple: aceite de borraja y aceite de onagra.
Esguince: aceite de ricino.
Esterilidad: aceite de almendra dulce, germen de trigo y girasol.
Estreñimiento: aceite de cártamo, almendra dulce, linaza, nuez y oliva.
Estrías: aceite de almendra dulce, caléndula, jaramago, macadamia, pepitas de casis, ricino, rosa mosqueta y tamanu.
Frigidez: aceite de avellana y aceite de germen de trigo.
Gastroenteritis: aceite de ricino.
Grietas: aceite de aguacate, ajenuz, almendra dulce, caléndula, cáñamo, jaramago, macadamia, pepitas de casis, perilla y rosa mosqueta de Chile.
Hiperactividad infantil: aceite de borraja y aceite de onagra.
Hipertensión: aceite de borraja, onagra y soja.
Hipotensión: aceite de avellana.
Impotencia: aceite de almendra dulce, avellana, borraja, germen de trigo y jojoba.
Inflamación del tubo digestivo: aceite de cacahuete.
Insomnio: aceite de ricino.
Manchas de envejecimiento: aceite de espino amarillo.
Manos secas: aceite de caléndula, espino amarillo, germen de trigo, macadamia y perilla.
Mastosis: aceite de borraja y aceite de onagra.
Micosis: aceite de ricino.
Nerviosismo excesivo: aceite de germen de maíz, germen de trigo y soja.
Neurodermitis: aceite de germen de maíz.
Osteoporosis: aceite de oliva.
Otitis: aceite de ricino.
Parásitos intestinales: aceite de nuez y aceite de pipas de calabaza.
Picazón externa: aceite de almendra dulce.
Piel (belleza, regeneración e irritación), (pieles secas y delicadas): aceite de aguacate, ajenuz, almendra dulce, borraja, caléndula, jojoba, onagra, perilla, rosa mosqueta de Chile y sésamo.
Piel agrietada: aceite de aguacate, espino amarillo, germen de trigo, macadamia y oliva.
Peritonitis: aceite de ricino.
Poliartritis: aceite de ricino.
Próstrata (hipertrofia de la): aceite de pipas de calabaza.
Prurito: aceite de almendra dulce.
Psoriasis: aceite de ajenuz, camelina, linaza, oliva, onagra, pepitas de casis, rosa mosqueta de Chile y sacha inchi.
Quemaduras: aceite de almendra dulce, caléndula, argán, espino amarillo, hipérico y rosa mosqueta de Chile.
Raquitismo: aceite de germen de trigo.
Reumatismos: aceite de argán, ricino y tamanu.
Rinitis alérgica: aceite de ricino.
Senescencia: aceite de borraja, germen de trigo y onagra.
Síndrome premenstrual: aceite de borraja y aceite de onagra.
Sol (protección): aceite de aguacate, argán, espino amarillo, jojoba, oliva, onagra, rosa mosqueta de Chile y sésamo.
Tenia: aceite de avellana y aceite de nuez.
Tos seca: aceite de almendra dulce.
Trastornos cardiovasculares: aceite de adormidera, cártamo, borraja, germen de trigo, nuez, onagra, pipas de calabaza, soja y tamanu.
Trastornos del crecimiento: aceite de nuez.
Trastornos de la memoria: aceite de germen de trigo y aceite de sésamo.
Trastornos hepáticos: aceite de linaza y aceite de oliva.
Trastornos hormonales: aceite de borraja.
Trastornos intestinales: aceite de pipas de calabaza.
Trastornos nerviosos: aceite de almendra dulce, borraja, nuez y pipas de calabaza.
Úlcera de estómago: aceite de almendra dulce, cacahuete, linaza y ricino.
Uñas quebradizas: aceite de camelina, cáñamo, perilla, ricino y sésamo.
Urticaria: aceite de onagra.
Verrugas: aceite de perilla y aceite de ricino.
Zumbido de oídos: aceite de ricino.


Garantía de Calidad: para obtener unos efectos óptimos, los aceites vegetales deben ser de primera presión en frío, sin refinar ni oxidar (descartar los aceites rancios) y sin ácidos. Deben ser puros, sin mezclar ni cortar con otros productos. Las diferentes plantas y semillas de las que se extraen los aceites, deben proceder de la agricultura ecológica o salvaje que no haya sido contaminada con fertilizantes químicos, pesticidas ni insecticidas nocivos.


Advertencia: Estos consejos no sustituyen en ningún caso el tratamiento terapéutico, sino que representan información complementaria.

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