El sanador responsable

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En todo trabajo de sanación hay en juego responsabilidades de tipo legal, moral y kármico. Sólo los médicos estás autorizados –pues los sanadores espirituales no lo están- a diagnosticar, hacer pronósticos, recomendar tratamientos o recetar medicamentos: hasta una simple aspirina. Puedes dar consejos, puedes hablar de métodos que tu paciente desee explorar, incluso puedes proporcionarle terapia; pero nunca debes pretender que ésta sea eficaz al 100 por 100.

Un sanador –y especialmente si trabaja con técnicas vibracionales- nunca debe proyectar energía en otra persona sin su consentimiento, aun cuando esté seguro de que lo necesita, pues esto sería entrometerse en su vida privada. Recuerda que la enfermedad brinda siempre una oportunidad de aprender y madurar, y que cuando actuamos sobre alguien sin su permiso, se la arrebatamos. Si has de proyectar o dirigir en beneficio de alguien energías curativas, plegarias, etc., pronuncia antes alguna fórmula de este tipo: «Uso esta energía por el bien de __________ y de acuerdo con su libre albedrío». Así nunca interferirás de modo inadecuado en el karma y la energía del individuo.

La sanación conlleva tratar no sólo el malestar en sí, sino también sus causas subyacentes, que pueden ser de cuatro tipos: físicas, psicológicas, espirituales o kármicas. Las causas físicas son reacciones al entorno o predisposiciones biológicas. La mayoría de las veces se reflejan en las acciones del entorno sobre el individuo; puede tratarse del verdadero entorno material, pero también de las ideas y actitudes negativas de otras personas que perjudican la energía de dicho individuo.

La mayoría de las dolencias se derivan de una causa psicológica. Se trata de un efecto energético de nuestra faceta emocional y mental. Las actitudes mentales y las emociones que encierran negatividad –ya sean nuestras o ajenas- afectan a nuestras energías a no ser que tomemos precauciones. Acaban degenerando en un problema físico. Las causas espirituales del malestar también son de índole metafísica, como les sucede a las psicológicas. Pueden ser malestares que nos buscamos nosotros mismos para obligarnos a elevar nuestra conciencia y hacernos más perspicaces. En última instancia, provocan tremendos cambios en el estilo de vida.

Las causas kármicas son aquellas situaciones escogidas a nivel del alma para conseguir una espiral de crecimiento continuo. En realidad, los otros tres tipos de causas también se pueden considerar kármicas. Karma es una palabra sánscrita que significa «hacer». Todo lo que hacemos nos proporciona oportunidades de desarrollo, así que todas las causas de la enfermedad o malestar entran dentro de la categoría de kármica. El problema surge cuando los individuos ven sus dolencias como un pago por sus experiencias de vidas anteriores.

Este se parecía en la forma en que muchos sanadores metafísicos explican las taras y minusvalías congénitas. Según estos terapeutas, si una persona nace ciega es forzosamente porque no usó la vista bien –o la usó poco- en una vida pasada; y si un individuo es retrasado mental, se debe a que se burló de otros como él en alguna vida anterior. Debemos ser prudentes, sin embargo, y procurar no echar la culpa de ese modo a algo que no la tiene. Atribuir las condiciones de vida actuales a la conducta de uno mismo en el pasado, en otras vidas anteriores, es una excusa magnífica para no esforzarse al máximo en el presente. Sí, es cierto que pueden darse algunos casos como esos, pero, en conjunto, el karma no es ni cruel ni punitivo. Por lo general, el malestar o la minusvalía tienen su origen en algún momento dado del presente.

Un antiguo axioma ocultista dice que «Buen remedio es soportar lo que no puedes enmendar». Sí, es cierto que podemos tener predisposición a la debilidad, pero el sanador debería ayudar a su paciente a descubrirlo –aun cuando se trate de una experiencia o patrón de conducta negativo de vidas pasadas- y debería ofrecerle métodos de trabajo eficaces para superarlo. No hay malestar que no se pueda aliviar hasta cierto punto mediante las técnicas holísticas, incluso cuando tiene su origen en experiencias de vidas pretéritas.

Parte de la responsabilidad del sanador consiste en ayudar a sus pacientes a encontrar el método o la combinación de métodos más beneficiosos para cada cual, y eso implica explorar no sólo el problema físico de cada uno, sino también sus posibles causas metafísicas.

Un sanador ha de tener en cuenta que la sanación siempre viene de dentro, siempre empieza a producirse desde dentro. El sanador no tiene poder intrínseco para curar a los demás; de hecho, no puede prometer ni garantizar a nadie una cura absoluta. El sanador es un catalizador que activa cambios positivos en su paciente, tanto de consciencia como energéticos. Aunque el sanador colabore en ella, la curación en sí del individuo es un proceso interno de éste.

Ser sanador también consiste en educar. Incluso en el terreno holístico, no es nada raro encontrar personas que siguen recurriendo otros para encontrar curas y tratamientos sin preocuparse ellas mismas de cambiar aquellas cosas que, estando a su alcance, agravan la situación. El sanador debe ser muy consciente de esto para poder prevenirlo. Hay veces en las que es necesario decir “no” a un tratamiento porque es innecesario, o incluso porque podría ser perjudicial.

Tal vez sueno poco compasivo, pero lo cierto es que el sanador no le hace ningún bien a su paciente si no deja que aprenda –si no le enseña- todo lo que necesita aprender. Si alguien acude a ti por problemas pulmonares y no deja de fumar, no empieza a hacer ejercicio saludable, etc., está malgastando tu tiempo y tu energía. Te está utilizando como parche o remiendo para aquellas cosas que no quiere corregir por sí mismo. No se responsabiliza de su cuerpo, ni de su sistema energético. Si permites que te coloque constantemente en esa posición, ya no serás capaz de ayudarle de un modo realmente terapéutico. En algunas ocasiones, lo más compasivo que puedes hacer por otra persona a nivel anímico, es cortar por lo sano y abstenerte de tratarle.

Las técnicas holísticas y vibracionales nos demuestran que el ser humano puede efectivamente ayudarse a sí mismo. Cuando lo experimentamos, el mundo entero adquiere una importancia y un significado totalmente diferentes, y entonces es cuando empieza a producirse de verdad la sanación. Para ser sanador no hace falta tener una salud perfecta, eso nunca ocurre, pues somos humanos. Pero eso tampoco quiere decir que debas abandonarte. Muchos de los mal llamados sanadores “espirituales” descuidan su cuerpo físico: comen en exceso, no hacen ejercicio y, en general, tienen malos hábitos porque creen erróneamente que, mientras se concentren en lo espiritual, no tendrán problemas de salud. Sin embargo, eso sólo significa que los problemas de salud no han surgido todavía, pero lo harán tarde o temprano.

El sanador no tiene que ser perfecto –ni puede serlo-, pero debe esforzarse siempre por mantener un nivel de energía personal saludable a todos los niveles, y eso presupone una dieta equilibrada, suficiente descanso, aire puro y hacer ejercicio.

Recuerda que lo que hace el sanador es canalizar la energía del universo a través de su organismo para producir cambios benéficos en otras personas, así que, si su propio sistema energético está desequilibrado, ¿cómo va a equilibrar el de otros? Cuanto más sano estés, más dinámica y vigorizante será la energía que fluye a través de ti y que proyectas sobre tus pacientes; en definitiva, más catalítica resultará tu actuación desde el punto de vista curativo.

Procura ampliar tus conocimientos sobre el sistema energético humano, pero trátalos siempre con sumo respeto y humildad. Úsalos para aliviar el sufrimiento ajeno y para iluminarte tú. Primero sánate a ti mismo y arregla tu propia vida, y luego… ¡comparte con los demás la iluminación y la salud que has alcanzado!

Contacto: [email protected]

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